16.12.10

Del reintegro

Hablemos del fastuoso momento en que permitiste (para tu desdicha) que tu rostro se reflejara en el charco de agua clara…
Pálida como siempre, y como siempre sin peinar, ¿tan largo está ya? Bueno, no fue mi idea pero se ve bien, ¿es el agua o tus ojos brillan por sí solos?… Carajo, qué ganas de jugar tu imagen con mis pies para que no me abrume tu nitidez… ¡No hagas caras! A ver, sonríe, así… ay, pero si eres la mismita, sólo que menos desgraciada, mucho menos desgraciada.
Overwhelming huh? Nunca pensé escucharte decir eso, querida. Tú siempre tan entera, tan nada me sorprende, tan nada me hace caer. Y ahora resulta que verme mejor lacera profundamente tu máscara de plenitud… ya no necesito más de tus sigilosas mentiras, pretenciosa absurda, hasta me gustaría decir que ya no necesito de ti en absoluto, ni para levantarme, ni para seguir ni para nada, lo siento,
hipócrita…
juro que siempre quise dejarte ganar, pensando que era más sencillo pretender que regresar a la cama donde me quedé esperando, donde te debí dejar... y recoger por el camino las boronas de mí que me obligaste a soltar. ¿Qué? ¿debe venir conmigo? Ya los oíste, eso sí lo siento, para que veas, pero pásate de este lado querida, por nada del mundo te vuelvo a encomendar el timón de mi destino.


…y recoger las boronas, qué ironía. Tú no me incitaste el cómo, fui yo la que debí  pensar en lo difícil del después, antes de jugarla tanto entre mis dedos para dejarlas caer… Pero en eso estoy, aprendizaje en el camino… reeducación de mi complemento, tú.