¿Alguna vez has contemplado cada uno de tus segundos sin poder explicarte en cuál de ellos sentiste que dejabas de tocar el suelo? Y todo por encontrarte con los ojos que te hacen despedirte de la vida como la conoces… Así llegaste, cautivador impremeditado. Le regalaste tu tiempo, le compartiste tu espacio, se robó tus noches sin queja consecuente y te regaló mis horas todas, con la arrogante esperanza de que no se terminara; no ese día, no alguno.
Y fueron medrosas las sonrisas que le dabas cuando te sorprendía mirándola, era cuidadosa la caricia y cándido pero intenso el placer de sentir tu cuerpo tan cerca, tan suyo. Eran infinitos los minutos que se confesaban sin la intención y con la reacción de enamorarse más. Eran sublimes tus besos, varios, juntos, distintos, todos… Y rozar tu mano, jugar con tu cabello, despertar con tu voz, era la auténtica felicidad… como ninguna otra, como ningún otro.
Y luego…
Poco a poco…
Tú…
¿Qué le hiciste a mis ojos? ¿Dónde está la magia? ¿No pudiste soportar verlo feliz a mi lado… pleno? ¿No fuiste capaz de aceptar que alguien como yo podía sobre alguien como Ella, para bien de los tres? ¿No creíste en mis ganas de hacer lo correcto esta vez? ¿Acaso no te pareció sincero mi deseo de salir de Ella y luchar a su lado? ¿No te pareció suficiente el sentimiento incondicional que le profesaba? O es que, carajo, ¿era tanta tu urgencia por presentarte frente a él, hacerme a un lado, tomar mi lugar y ofrecerle un universo de nocivas posibilidades, que no pudiste esperar un poco… o para siempre?
¿Cómo te atreves? Permití que fueras parte de nuestras vidas, elemento clave, definición perfecta de lo que nos hacía dintintos. Incuso cuidaba mi decir, mi hacer, mi pensar por no hacerte daño… y definitivamente me parecías de todas, la más hermosa… ingrata, tan embelesada me tenías, que me fue imposible notar las heridas que me causaba venerarte tanto…
¿De lo bueno, poco? Says who? Go tell her!
Mira lo que has hecho, yo no quiero nada de ti, Libertad Inmunda.