Contigo,para ti, por ti, desde nunca… porque si se trata de ti no debe ser un laberinto de sintaxis que debas caminar dos veces, a menos que sea a placer; pero simplemente debo decir lo que siento… que como todo en mi vida es más que simple, menos que complejo, todo al mismo tiempo…
Una maravilla, un deleite... tenerte de frente, verte, observarte, entrar, encontrar, poseer, no soltar… salir… y tenerte aún.
Un apetito de libertad hacia lo desconocido, una avidez de lograr lo que me ha sido imposible, un motivo, tu sonrisa, ¡ah! ¡tu mirada!... tu léxico invariable y encantador, tus expresiones que irradian frescura… tu voz a todas horas, pero más desde tus abrazos… últimos, únicos, interminables.
Por lo fastuoso del asunto me desgarra la imagen de la no pertenencia, la confesión que llega a casa sin ser esperada… hecatombe interna… y desde entonces, onanismo del corazón que se alimenta del amor común, del que nadie busca, del que recibe quejas y rechazos y alas que nunca vuelan, el amor con errores, el amor caótico, el amor al que le urgen diferencias irremediables para alimentar a los amantes, para hacerlos el complemento perfecto, el amor que yo quiero…
¿Quién diría…?
No conozco la calle, esa calle que siempre me lleva a ese sitio al que quiero llegar, pero sé que existe… escribiste las coordenadas al reverso de tu sello personal, con tu presencia: tu melodía, tu vida a relatos, tu risas a ratos, tu capacidad de asombro, la auntenticidad del sentir, la experiencia inigualable de tu esencia, la sensibilidad que me descubro hacia las palabras ya conocidas, pero ajenas hasta que tú estás, la distancia que se guarda, el deseo que se calla y se niega cual secreto a voces… con todo y con poco, porque es poco el nosotros… pero es suficiente…
¿Es suficiente?
Dime tú… pues bastante, por ahora, es pensar en los inconvenientes beneficios del sentimiento prohibido, y en la sonrisa infalible de mi corazón que tal vez nunca esté conforme con la sola idea del amor imperfecto, ese que vehementemente quiero para mí.
Era de noche y las estrellas enmarcaban uno de los más sublimes milagros del firmamento, ahí estaba ella que no lo creía… y ahí estaba él… que ya la quería.