Tengo dos grandes sueños para cumplir en un plazo menor a 400 días, ni una sola intención de vivir libre de pecado, una gran confianza en lo que conozco de mí y de ti y de ella, y la más sincera de mis sonrisas, para ti, para ellos, para mi niña de antes.
Sonriendo me conociste, llorando me fui a encontrar, pero he aprendido a dejar escapar las lágrimas hacia mi interior y otras veces no tan adentro, con la irrefutable seguridad de que a comparación de lo que escucho todo el tiempo... llorar no me hace más débil de lo que ya soy (que si soy débil, lo acepto y me encanta), pero tampoco me convierte en un ser excepcional (si lo soy no será por esa razón)... sólo me da permiso de ser, de aferrarme al sentimiento el lapso suficiente, saborearlo, hacerlo mío, sentirlo de Ella y dejarlo ir.
Y que venga el siguiente, porque me define el drama y de vez en cuando la inmadurez que eventualmente me va a abandonar, pero más que nada la autenticidad de mis maneras, la simplicidad de mis argumentos, la hostil honestidad en mis palabras, la delicia del llanto a solas y la profundidad de las miradas que te regalo, espejo... mientras te sonrío de a poquitos hasta que sonrías tú.
Te juro que no tengo los ojos del mismo color.