¿Recuerdan los sube y baja? Esos que
peleábamos por jugar a los cuatro o cinco años. La adrenalinita medio mustia
que nos invadía al estar arriba, el alivio engañoso de encontrarse abajo y por
un pequeñísimo instante, sentir que no estábamos listos para volver a empezar.
Aunque sí, porque ¿quién no está listo a los cinco años cuando no hay más que
suelo al caer?
Hola, soy un cúmulo de risas a
tiempo y lágrimas inoportunas, soy la sábana traslúcida con la que me tapo los
miedos y los zapatos que vuelvo y vuelvo a usar sólo para recordar por cuáles
caminos ya no debo andar. Soy todo lo que me estoy callando porque he
encontrado la manera de gritarlo entre comas, signos, placeres y versos. Soy yo
y no estoy lista.
No sé a qué edad el temor de caer
dejó de ser tangible y empezó a ser metáfora. Perdí noción del momento en que
crecí lo suficiente como para empezar a irritarme por estar arriba en
ocasiones, abajo en otras cuantas.
Aunque… es fácil ¿saben? Tener un sube y baja propio, saber cuánto impulso debe uno tomar para llegar tan alto como uno desea, dejar que el peso del ser le gane al otro extremo para bajar en el instante en que nos dé la gana. Es tan sencillo como asegurarnos de que al otro lado somos nosotros mismos equilibrando el vaivén, con deseos exactamente opuestos que lo hagan posible.
Aunque… es fácil ¿saben? Tener un sube y baja propio, saber cuánto impulso debe uno tomar para llegar tan alto como uno desea, dejar que el peso del ser le gane al otro extremo para bajar en el instante en que nos dé la gana. Es tan sencillo como asegurarnos de que al otro lado somos nosotros mismos equilibrando el vaivén, con deseos exactamente opuestos que lo hagan posible.
Pero los años no nos los prestan
para jugarlos sin compartir, y con las sonrisas correctas y las palabras en
buen momento, siempre habrá quien se quiera aventurar con nosotros a subir y
bajar.
Es curioso, nadie pregunta qué se
siente antes de aceptar jugar, nadie se cuestiona si existen reglas, si hay
instrucciones que se deban seguir. No, al sube y baja del amor la gente le
entra sin reservas, sin pensar, ¿sin querer?
Yo sólo sé que estaba ahí, arriba
y abajo de acuerdo a mis propios planes, y bueno, a veces a mis propias
improvisaciones. Yo sólo sé que estaba ahí y al dejar de reírme con mi sombra
un día cualquiera, ya estabas tú del otro extremo. Y no dijiste nada, sólo
tomaste el primer impulso y empezaste a subir.
Desde entonces se trata de eso. De pegar con verdades en la arena y llegar con por qué nos a las nubes más bajas, de quedarme suspendida en lo que vas y vienes con tus intenciones a lugares que no quiero preguntar, en lo que te ríes con tu Ello de lo imposible que sería sostenerme si vacilo, o si bien nos va, encontrarnos por un momento a la misma altura de algún sueño que todavía no nos da miedo cumplir.
Desde entonces se trata de eso. De pegar con verdades en la arena y llegar con por qué nos a las nubes más bajas, de quedarme suspendida en lo que vas y vienes con tus intenciones a lugares que no quiero preguntar, en lo que te ríes con tu Ello de lo imposible que sería sostenerme si vacilo, o si bien nos va, encontrarnos por un momento a la misma altura de algún sueño que todavía no nos da miedo cumplir.
Y el resto es tormento y dichas guardadas para después. Porque
este juego ya no es de uno, tú estás del otro lado y no me escuchas cuando te
grito, que si no me vas a querer como te quiero, prefiero bajarme, que caer.