Mira, tengo una oportunidad.
La encontré ayer por la noche y desde ese momento no me he
atrevido a dejarla de cantar. Tengo una oportunidad que grita nombres, países,
personas que no sé. Banquetas que tú caminas abajo porque te gusta ver cómo el
sol hace brillar mi cabello desde ahí, y risas que son sólo tuyas porque siempre
te ha parecido gracioso que yo tenga tanto que contar.
Tengo una oportunidad en forma de calles nuevas, sonidos que
viven y hacen renacer desde bien adentro, miradas que evades y luego buscas y
luego no puedes dejar de pensar. Temblorcito de ese ridículo al tenerte cerca y
recuerditos graciosos de los que evocas nada más para tener un pretexto y
venir, abrazarme y decirme como si nada que ‘tú también’.
Una oportunidad que no esperas diez años como en las
películas de esas que me gustan, o tal vez sí, mientras no la dejes de cantar. Porque
la cosa aquí es de no dejarla morir; y ella sólo vive con notas tuyas, y tus
letras y tu voz.
Ten, te la comparto.
La podemos acompañar con gustitos culposos, comida para dos y senderos larguísimos que terminen en un montonal de cosas de esas que hacen los novios y la gente que se quiere bien bonito. Cosas de las que ni hablo aquí, porque ya tengo dónde describirlas a detalle. Será junto a ti, mientras intenten alcanzarnos las palabras porque ya todo lo iremos haciendo realidad.
Ten, te la comparto.
La podemos acompañar con gustitos culposos, comida para dos y senderos larguísimos que terminen en un montonal de cosas de esas que hacen los novios y la gente que se quiere bien bonito. Cosas de las que ni hablo aquí, porque ya tengo dónde describirlas a detalle. Será junto a ti, mientras intenten alcanzarnos las palabras porque ya todo lo iremos haciendo realidad.